MUJERES CREYENTES
#ALCEM LA VEU ALZAMOS LA VOZ
Por la igualdad y la no discriminación
de las mujeres en la Iglesia
QUIÉNES SOMOS?
#AlcemLaVeu somos una coordinadora de mujeres creyentes y feministas de diferentes diócesis catalanas que denunciamos la discriminación y la vulneración de nuestros derechos en la Iglesia católica, y abogamos por una institución donde las voces de las mujeres cuenten, participen y lideren en las mismas condiciones que los hombres.
Somos conscientes de la desigualdad que existe en la estructura y organización eclesial y denunciamos públicamente la invisibilización de las mujeres. La coordinadora de mujeres reclamará que se busquen mujeres para espacios de responsabilidad en los movimientos, parroquias, consejos parroquiales, actividades ligadas a la institución, estructura eclesial, enseñanza universitaria y cargos pastorales.
Queremos expresar que el catolicismo es plural, con experiencias de vida en comunidad diversas partes del mundo y que, por tanto, ninguna ideología fundamentalista o de extrema derecha le puede apropiarse. En nombre de la Iglesia nadie puede defender un sistema tradicional y conservador de los roles de género, ni ocultar la violencia contra las mujeres.
VENIMOS DE UNA LARGA TRADICIÓN
Las feministas cristianas no acabamos de inventarnos. Venimos de una genealogía de mujeres que han pensado, se han cuestionado, han buscado su subjetividad más allá de los roles impuestos en la sociedad y en la Iglesia. Venimos de una larga tradición de mujeres que han luchado por ser libres y que han denunciado las discriminaciones que sufrían en la Iglesia cuando no se las dejaba anuncie, no se les permitía formarse o no se las dejaba enseñar o escribir teología. Venimos de la tradición de las mujeres insumisas, que han alzado la voz para decir que sentían, que experimentaban y en el que creían, a pesar de los impedimentos de la jerarquía eclesiástica o de los hombres que las querían calladas. Mujeres que se han revelado cuando se les ha negado la capacidad espiritual o racional para interpretar las escrituras.
Y seguimos la tradición de las mujeres de los inicios del cristianismo, las que con la voz y el testimonio inspiraron nuevas formas de vivir en comunidad, crearon redes de ayuda mutua y de atención a quienes lo necesitaban. María Magdalena, primera apóstol; Marta y María, amigas de Jesús y líderes de iglesias domésticas; Prisca y Junia, primeras misioneras y apóstoles; Febe, diácono y ministra; Teone y Mirte, profetisas y visionarias; Tecla, la predicadora; Macrina y el Amma Maria, iniciadores del monaquismo; Marcela, Paula, Melania y Egeria, viudas, viajeras y fundadoras de nuevas comunidades.
Reconocemos en la buena noticia de Jesús, la dignidad de ser personas con libertad y capacidad de amar, de ser compañeras de camino de un Jesús que transgrede las normas de una sociedad terriblemente patriarcal y que se acerca a las mujeres, los tiende la mano, dialoga con ellas. Descubrimos en la valentía de María, la sabiduría de amar y la apertura al espíritu que da y permite la vida.
Seguimos la tradición de aquellas que se convirtieron en protagonistas de su propia experiencia y fueron maestros o escritoras. Gracias a ellas sabemos que ni el estudio, ni la oración, ni el servicio a los demás, no es exclusivo de un solo género. Christine de Pizan y Isabel de Villena, que con la escritura rebaten la misoginia de su tiempo; las beguinas, que desde la Edad Media han ensayado formas de vida en común y de donación a los demás; Catalina de Siena y Teresa de Jesús, primeras doctoras de la Iglesia, que demuestran que la reflexión sobre la experiencia mística no es ajena a las mujeres; Francesca Bonnemaison, pedagoga, política y feminista; Dolores Monserdà, escritora y política; Maria Rúbies, Rosa Sensat, pedagogas y maestros. Todas las mujeres fundadoras de órdenes, místicas, escritoras, poetas, filósofas, políticas, documentalistas, hechiceras, médicas, maestros.
Y reconocemos toda la tarea invisible de muchas mujeres anónimas de todas las edades, condiciones y continentes que durante más de veinte siglos han trabajado silenciosamente y humildemente, mujeres que han creado comunidad, han hecho Iglesia. Sin ellas no estaríamos aquí.
En nuestro país, el feminismo católico llega después del Concilio Vaticano II. Este concilio representó una puesta al día de la Iglesia, una modernización del discurso y la práctica eclesial, una apertura al mundo ya sus problemas y esperanzas reales. El CVII hizo sus muchos de los valores progresistas del siglo XX, pero se dejó, al menos, uno: el de la igualdad entre hombres y mujeres.
Desgraciadamente este desafío quedó nuevamente arrinconado y olvidado. Ahora bien, al abrigo de los nuevos aires de cambio del Concilio, en Cataluña nace el Colectivo de Mujeres en la Iglesia en 1986. Ellas son las verdaderas pioneras de esta lucha ya ellas les queremos rendir un sincero homenaje.
SOMOS MUCHAS: RED INTERNACIONAL DE MUJERES CREYENTES
El movimiento feminista es también global. La iniciativa Voices of Faith promociona redes internacionales de mujeres católicas para apoderarse en la toma de decisiones de la Iglesia local o global, y cobija varias campañas como Overcoming silence o Votes for women.
Overcoming silence denuncia que aunque la mitad de los católicos son mujeres, las decisiones que nos afectan las toman hombres, y declara que necesitamos escuchar las voces femeninas que hablen desde nuestra fe.
Votes for women exige que las mujeres de las congregaciones femeninas tengan voto en los sínodos, como sí tienen los miembros de las congregaciones masculinas, cuando la relación es de diez religiosas por un religioso. Votes for women se hizo presente en el último sínodo sobre la Amazonia a finales de 2019.
La necesidad de un movimiento sufragista en la Iglesia en pleno siglo XXI demuestra cómo de anacrónica es la praxis sobre las mujeres en esta institución. En definitiva, Voices for faith y otros movimientos feministas internacionales exigen al Papa que ponga en marcha programas y acciones para trabajar la igualdad dentro de la Iglesia católica.
DECIMOS BASTA A UNA IGLESIA MACHISTA
En la Iglesia catalana las mujeres también somos muchas. Somos mayoría en las parroquias, en las tareas de voluntariado, en entidades, ya pesar de ser muchas, y en muchos casos ser mayoría, se nos excluye sin miramientos de una gran parte de los espacios de liderazgo, responsabilidad y representación de la institución. En definitiva, se considera que no somos lo suficientemente válidas para este tipo de tareas mientras se nos enjabona de forma paternalista alabando el montón de virtudes femeninas que se supone que van asociadas al rol de nuestro género.
Uno de los aspectos clave de esta exclusión, pero no el único, es que las mujeres no podemos ser ordenadas. Esto no sólo significa que no podemos desarrollar las tareas de un cura sino que todas las funciones a las que sólo pueden acceder los sacerdotes nos están automáticamente vetadas. Diríamos que es una descalificación antes de jugar el partido. La invisibilización también es clara si miramos quién ocupa los espacios de responsabilidad, autoridad y con capacidad de decisión a los que las mujeres podríamos acceder. La mayoría están ocupados por hombres. La gran paradoja es que la institución arrincona, desprecia y silencia las que mayoritariamente la sostienen. Y lo peor es que la hegemonía masculina se reviste de normalidad, se legitima y se perpetúa sin prácticamente ninguna autocrítica.
Como nos recuerda el colectivo # OnSónLesDones en los su informe de 2019 : "Cuando la voz de las mujeres no está, nuestras experiencias, perspectivas y saberes no están debidamente representados y nuestra experiencia se ve despreciada. Es más, cuando las mujeres no estamos, nos transmite el mensaje de que ese espacio no nos pertenece. "
LAS CIFRAS HABLAN: SOMOS MAYORÍA PERO NI incidente NI DECIDIMOS
Un estudio de marzo de 2018 demuestra que en la diócesis de Barcelona las mujeres sólo ocupábamos un 23% de los cargos de responsabilidad del obispado que nos eran accesibles, mientras que de la totalidad de cargos sólo había mujeres en un vergonzoso 18%. Evidentemente había y hay un 0% de mujeres como responsables de parroquias, mientras somos nosotros las que llenamos las misas, hacemos las catequesis y otras tareas de servicio. En el resto de diócesis las cifras no deben ser muy diferentes. En la Facultad de Teología de Cataluña no hay ningún profesora estable y en el Instituto de Ciencias Religiosas de Barcelona (ISCREB) no se llega ni a un 25%. También habría que ver cuántas mujeres son formadoras de los seminarios. ¿Qué formación teológica, espiritual y emocional reciben los futuros sacerdotes si las mujeres estamos excluidas? Hombres formados sólo por hombres: más sesgo no puede haber!
BASTA EXCUSAS: LAS MUJERES ESTAMOS Y TENEMOS TODAS LAS CAPACIDADES
La batería de excusas es inacabable. La ideología machista y misógina revestida de argumentos teológicos es un insulto a nuestra inteligencia. La aproximación a los textos ya la tradición religiosa sin tener en cuenta la perspectiva de género es totalmente intolerable en pleno siglo XXI, si se quiere ser una institución con una mínima credibilidad. Recordemos que en la última encuesta del CEO en Cataluña una de las instituciones peor valoradas por los ciudadanos es la Iglesia católica. Sólo la monarquía española se sitúa por detrás. Seguramente la violencia simbólica que se ejerce hacia las mujeres es uno de los motivos.
Las mujeres tenemos todas las capacidades. Lo demostramos en todos los campos donde nos involucramos. Cuanto más mujeres opinen, lideren, decidan, más diversa, rica, plural y auténtica será la Iglesia para que incluirá todas las miradas y experiencias. Si no está todo el mundo no podemos crear comunidad fraterna, si hay relaciones de poder y sumisión entre un sexo y el otro, como queremos dar ejemplo de esta fraternidad dentro y fuera de la Iglesia?
DIEM BASTA LOS ABUSOS SEXUALES Y DE PODER
Tampoco podemos olvidar la violencia que se ejerce contra las mujeres, las niñas y los niños. El impactante testimonio del exreligiosa norteamericana Doris Wagner, que denunció haber sufrido abuso sexual, sacó a la luz la lacra terrible e institucionalizada de la violencia sexual contra religiosas por parte de hombres con cargos eclesiales. Wagner explicó que se contabiliza en un 40% la cantidad de mujeres abusadas en la Iglesia. La Unión Internacional de Superioras Generales denunció las diferentes formas de abuso sexual y laboral que sufren muchas religiosas, y el suplemento femenino del diario vaticano el Observatore romano dedicó el número de febrero de 2019 a este tema. Su directora, Lucceta Scaraffia dimitió del cargo tras denunciar fuertes presiones.
Después de que los escándalos se hayan puesto al descubierto, el Francisco ha anunciado una comisión para estos casos y ha exigido máxima transparencia, hay que ver si la cultura de la impunidad de los abusos sobre las mujeres comienza a desaparecer.
Estas lacras intolerables que se perpetúan y se mantienen no dejan ver la realidad de una comunidad creyendo que es viva partes y que es portadora de unos valores de acogida, justicia social, solidaridad y profundidad espiritual que son tan necesarios.
LAS MUJERES COMO AGENTES DE CAMBIO: LA IGLESIA QUE QUEREMOS
Las mujeres reivindicamos una feminización de la Iglesia. Imaginemos una Iglesia que es comunidad de iguales, donde la mujer es reconocida como sujeto de pleno derecho, con voz y voto en todas partes, y donde es valorada por los propios talentos, carismas y aportaciones a las comunidades. Una Iglesia donde la mujer puede acceder a todos los ministerios y donde el liderazgo es compartido entre mujeres y hombres, laicos, laicas, personas consagradas y sacerdotes. Una iglesia menos jerárquica, menos clerical y más plural donde todo el mundo se reconoce.
Imaginemos una Iglesia que descubre la acción y las palabras de las mujeres de las Escrituras y de las mujeres que, a lo largo de la historia, han sido referentes. Una Iglesia que facilita la formación teológica, pastoral y litúrgica para las mujeres creyentes.
Trabajamos por una Iglesia acogedora que acompaña sin juzgar toda la diversidad de las familias, de identidades y orientaciones sexuales, y ofrece espacios de crecimiento personal y colectivo. Una Iglesia que valora de forma positiva el cuerpo de las mujeres, la sexualidad y las relaciones amorosas. Una Iglesia que promueve la contemplación de la belleza, el arte, la creatividad y la innovación en los espacios eclesiales, y los hace abiertos a todos.
Afortunadamente, la Iglesia no es homogénea ni uniformizando, por eso en muchas comunidades ya trabajamos desde una perspectiva diferente. Ya existe una Iglesia de movimientos, comunidades, congregaciones religiosas, que actúan y se muestran como espacios sin discriminación y que educan o forman con criterios de acuerdo con el feminismo, la democracia real y las relaciones horizontales entre las personas.
Son comunidades donde compartimos la fe, las ilusiones, las esperanzas, los sufrimientos, y donde todos, hombres y mujeres, nos sentimos escuchados, consulados y valorados más allá de los criterios de éxito profesional, económico o social. Comunidades con espacios de oración y de silencio, donde el ruido deja paso a la calma, a la meditación, a la contemplación, a la vivencia de la dimensión trascendente de las personas.
Y de esta experiencia que ya es, trabajamos por una Iglesia más plural y diversa, que con la incorporación de la voz, la mirada y la experiencia de las mujeres será más acogedora, inclusiva, innovadora, democrática, justa y coherente.
QUÉ RECLAMEMOS: PARIDAD Y PLURALIDAD EN LA GOBERNANZA
Exigimos que las mujeres estemos representadas paritariamente en todos los espacios eclesiales. Y en las diócesis catalanas en concreto:
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Paridad en las secretarías, delegaciones y otros cargos diocesanos de responsabilidad.
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Paridad en la docencia en la Facultad de Teología y los Institutos de Ciencias Religiosas.
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Paridad entre los formadores de los seminarios.
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Paridad en los espacios de representación de la institución.
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Paridad en los artículos de opinión de los medios de comunicación eclesiales.
En definitiva queremos que inicien planes de igualdad en las diócesis catalanas para convertirse en un referente eclesial de equidad. Y La reivindicación en el marco de la Iglesia universal nos lleva a exigir también el acceso de la mujer al diaconado y al sacerdocio.
Finalmente interpelamos todos los hombres que piensan como nosotros y que consideran que la situación de injusticia actual debe cambiar, a tenerlos junto en una lucha compartida. Para que esto no es una guerra de hombres contra mujeres, es un cambio en positivo. Si las mujeres estamos, estamos construyendo una Iglesia mejor.